Tengo que reconocer que el sistema de tapeo de los mercados renovados de Madrid nunca me ha terminado de convencer del todo. Mi experiencia en el Mercado de San Miguel no fue demasiado exitosa y no me dejó muchas ganas de volver. Aunque había demasiada gente, tuvimos suerte y encontramos un hueco para disfrutar de la comida y colocar los abrigos: hasta aquí, bien. Los verdaderos problemas llegaron a la hora de ir a pedir: el majete del grupo se ofreció voluntario para ir a por las bebidas mientras pensábamos que queríamos comer. Al cabo de un buen rato, como no volvía, el valiente del grupo decidió ir a buscarle. Un rato después, la mujer de uno de ellos con cara de angustia, pero autoconvenciéndose de que no pasaba nada grave, me dijo: – a ver si es que no pueden con todo-. y se fue a buscarles. Y ahí me quedé yo, defendiendo el campamento base ante los constantes ataques de ocupación de guiris que debían estar buscando ya sitio para la cena, grupos de amigas de despedida de soltera que me miraban con cara de pena, parejitas y señoras que se hacía hueco a golpe de bolso. A pesar de todo conseguí defender mi territorio y ver como se acercaban juntos el majete y el valiente con las bebidas. Leer más